Xabi Alonso deshizo unas maletas que tenía casi cerradas. El Real Madrid logró una sufridísima victoria ante el Alavés merced a los goles de Mbappé y Rodrygo. Igualaron el duelo los locales en la segunda mitad y los madridistas se tambalearon. La victoria da una vida extra, otra más, al entrenador tolosarra, pero su puesto sigue pendiendo de un hilo.
Se la jugaba Xabi Alonso. Otra vez. El entrenador del Real Madrid lleva dos semanas al borde del despido y lo sabe. Por eso está serio, seco y hasta un poco borde con los periodistas. Razón no le falta pero equivoca el enemigo. Ese lo tiene en casa. El caso es que sólo una victoria en Mendizorroza podría mantenerle en el cargo, así que el Alavés iba a ser juez, parte y quién sabe si verdugo de Xabi.
Eligió el técnico a sus gladiadores para un partido que era de muerte o resurrección. La buena noticia es que volvía Mbappé, la mala es que Huijsen aún está tierno para ser titular. Bueno, y que tampoco tenía Xabi Alonso lateral zurdo, así que se dio a Valdepeñas, canterano con el 40 a la espalda y con denominación de origen. En la defensa repetían Valverde por la derecha y la pareja Rüdiger-Asencio, superada ante el City, para escoltar a Courtois, portero doliente y esforzado portavoz del club en las buenas y en las malas.
Al centro del campo del Real Madrid regresaba Güler, mustio como el resto de sus compañeros en la crisis, y salía un Ceballos que siempre se queda a medias. También estaban Tchouaméni, guardia pretoriana de Xabi Alonso, y Bellingham, que no lo es tanto. Arriba repetían el renacido Rodrygo el silbado Vinicius, ambos a los costados de un Mbappé que volvía a ser en Vitoria la gran esperanza blanca. Enfrente un Alavés rocoso dispuesto a hurgar en la crisis madridista y, de paso, despedir a Xabi.
Nervios en Mendizorroza
Nos dieron las nueve y echó a rodar la pelota en Mendizorroza. Nació nervioso el partido con mucha presión y más pérdidas en los dos equipos. Al Madrid le costaba sacar el balón y eso que Tchouaméni se incrustaba entre centrales y Bellingham y Güler bajaban a campo propio. En realidad, el Real Madrid dibujaba con el balón un claro 3-4-3. Pitaba el público a Asencio más que a nadie. Y a Mbappé le castigaban las rodillas. La dañada y la otra. El francés iba medio cojo y no dejaba de echarse la mano a la parte posterior de la rodilla.
Hasta cojo, Mbappé protagonizó los dos primeros disparos del Real Madrid. El segundo rozó la parte exterior del larguero de Sivera. El Alavés replegaba con todos en su campo y los blancos dominaban con paciencia. Así llegó a ocasión más clara, que desperdició Rodrygo con un disparo cruzado desde dentro del área que se marchó muy desviado.
Las cámaras de televisión enfocaban a Solari en el palco junto a Roberto Carlos. Su gesto era serio. Mendizorroza trataba de empujar al Alavés, que lo fiaba todo a los balones parados. Se remangaba el Real Madrid en defensa y rascaban los vitorianos. Vinicius compareció en el partido en el 22 pero fue para demostrar que sigue fuera de forma. No está.
Siempre nos quedará Mbappé
Menos mal para el Real Madrid (y para Xabi Alonso) que tiene a Mbappé. El francés, visiblemente tocado, apareció en el minuto 24 para correr una asistencia de Bellingham, sentar a su par, conducir de izquierda a derecha y ponerla con sutileza lejos del alcance de Sivera. Xabi lo celebró como si valiera un título.
Haría después Bellingham el segundo a la salida de un córner pero tuvo la mala suerte de que la pelota, en mitad del barullo, le había golpeado en la mano antes de marcar, así que el colegiado con buena vista e igual de buen criterio, lo anuló. El tanto tranquilizó al Real Madrid, que estaba cocinando su victoria de atrás hacia adelante. Mención especial para la estupenda media hora que había completado Valdepeñas, muy serio atrás, muy concentrado y eficaz en el pase. Pintaza.
El primer tiempo moriría en el área del Real Madrid y moriría, por supuesto, en la nariz de Courtois, que sacó milagrosamente un remate a bocajarro de Ibáñez ya en el minuto 47. Con el susto y los sofocos en el cuerpo los de Xabi Alonso se marcharon al vestuario al menos con el 0-1 favorable en el marcador.
Sufre el Madrid
Regresamos y Mendizorroza botaba al son del madridista el que no bote. Apretaba el Alavés espoleado por su público. Al Real Madrid le duraba poco la pelota. Demasiado poco. Sólo generaba peligro cuando la pelota caía en los pies de Mbappé. La tuvo Kylian en el 52 pero se topó con una mano prodigiosa de Sivera en el mano a mano. También el portero del Alavés repelió el posterior disparo de Vinicius desde fuera del área.
En el 67 daría el susto el Alavés. El pelirrojo Carlos Vicente, que acababa de salir al campo, recibió un pase largo de Antonio Blanco, retrató a Rüdiger, corrió, se plantó delante de Courtois y le batió en su media salida. El colegiado anuló el tanto por fuera de juego pero, revisada la acción en el VAR, la posición era correcta y el tanto subió al marcador para jolgorio de Mendizorroza. Se tambaleaba Xabi Alonso.
El Real Madrid estaba roto. Xabi llamó a capítulo a Gonzalo García. Su equipo necesitaba un revulsivo y su puesto dependía de ello. Desperdició Rodrygo en el 75 una falta peligrosísima que mandó a las nubes como si fuera un pateador de la NFL. Menos mal que un minuto después corrió Vinicius por la banda siniestra, asistió al área con el exterior de la diestra y allí llegó Rodrygo para embocar el 1-2. Xabi volvía a deshacer las maletas.
Entraron entonces de golpe Gonzalo y Huijsen. Se fueron Valdepeñas y Güler. Fede Valverde pasaba a ser lateral derecho. Cambios raros, raros, raros. Luego salió Brahim por un tocado Rodrygo. El Real Madrid, mientras tanto, no tenía el partido bajo control. Vinicius reclamó penalti por una acción dentro del área donde el jugador del Alavés le tocó con la puntera en la espinilla. González Fuertes, que estaba en el VAR, decidió que no era nada. Se equivocó, quién sabe si a propósito, porque era penalti. O penaltito.
Tuvo el Real Madrid ocasiones para certificar el tercero, pero falló. Menos mal para Xabi Alonso que pasaron los minutos y los blancos acabaron consiguiendo una victoria agónica que da una vida extra, puede que la enésima, al entrenador tolosarra.